Jerez de la Frontera
El edificio de viajeros de la estación de Jerez de la Frontera puede encuadrarse dentro del historicismo regionalista andaluz. En él se combinan elementos renacentistas con otros de estilo mudéjar, a la vez que se emplean materiales y elementos decorativos propios de la arquitectura popular andaluza.
El proyecto de este edificio se realizó en el año 1927, aunque su construcción se concluiría aproximadamente en 1932. Se trata de un proyecto del ingeniero Francisco Castellón Ortega, aunque indudablemente responde a un estilo cuyo máximo exponente fue el arquitecto sevillano Aníbal González. Además, en este caso resulta evidente la influencia que el edificio de la plaza de España de Sevilla ejerció sobre el proyecto de Jerez.
Prevalecen los planteamientos renacentistas en el conjunto de su composición, incluyendo algunos detalles del más puro clasicismo italiano. La ornamentación se basa en elementos mudéjares combinados adecuadamente con otros procedentes de la arquitectura vernácula andaluza. Se establece aquí un nexo entre la arquitectura más clásica, y la que hunde sus raíces en la cultura popular y regional.
En la composición destacan la simetría de sus volúmenes y el ritmo que genera la sucesión de arcos en su fachada. El espacio queda estructurado a través de tres largas crujías dispuestas en paralelo, que responden a funciones claramente diferenciadas. La crujía exterior conforma una galería que constituye la fachada principal del patio de carruajes. Y las otras dos interiores, que se unifican en su parte central, formando un espacio diáfano de doble altura que configura el vestíbulo principal. En su fachada de las vías, dispone de la marquesina metálica que cubre los andenes.
El edificio se estructura de tres cuerpos y cinco torres. Los dos cuerpos laterales, con torres a cada lado, flanquean el cuerpo principal, que a modo de pórtico y con mayor altura, contiene la torre central sobre el eje del edificio. En ella se abre un vano que utiliza como recurso la llamada “ventana serliana”, es decir, un arco de medio punto apoyado en arquitrabes, que a su vez se asientan sobre columnas, conformando un hueco tripartito en sentido vertical. Sobre este vano de la torre central se alza un paramento liso encalado donde se ubica el característico reloj.
En el aspecto ornamental, además de los elementos clásicos como las pilastras pareadas, o la balaustrada en su remate superior, destaca fundamentalmente la utilización de elementos artesanales como la rejería, y la cerámica de Triana. La variada combinación de color y textura que logran la piedra y el ladrillo, junto al blanco de la cal y el brillo de la cerámica policromada expresan de forma armoniosa la convivencia de un lenguaje clásico y universal con otro de origen popular y regional.
En la decoración de los azulejos aparecen entre otras figuras mitológicas y alegorías la de “mercurio” relacionada con el tema del progreso y la industria.