Toledo
No cabe duda de que la estación de la Ciudad Imperial es una de la más aclamadas de la geografía ferroviaria, sin embargo, desde su construcción, este edificio, obra de Narciso Clavería, máximo exponente del neomudéjar no ha estado exento de polémica. ¿Debe ser un edificio ferroviario, símbolo de la modernidad, representado con la imagen de otra época?
La Real Academia de Bellas Artes, despachó el espinoso asunto de cómo debe de ser una estación, con la conclusión de que “tiene que recoger el espíritu de la ciudad” por tanto el eclecticismo y el ferrocarril han ido de la mano a lo largo del siglo XIX y XX.
El uso magistral del ladrillo se convierte en el principal atractivo del conjunto, presidido por la torre del reloj, seguido por el cuerpo central con cinco puertas que dan acceso a un amplio vestíbulo, coronado por un impresionante artesonado, acompañado por las no menos impactantes taquillas, lámparas, vidrieras o mosaicos, demostrando el nivel de los artesanos locales. Ya en el andén, la contenida marquesina, acompañada por nuevas compañeras surgidas de la transformación de la estación en terminal de Alta Velocidad en 2005. A destacar el bar con su jardín y la capilla, antiguo salón de autoridades.
Otra estación, del mismo arquitecto y estilo, en la que se puede contemplar además el desarrollo completo de un poblado ferroviario, es la estación de Algodor, en la provincia de Madrid, pero cercana a Toledo. Actualmente no accesible por ferrocarril.