Santiago de Compostela
Si hay un elemento que defina a la capital gallega, es la piedra, esa quinta fachada que ocupa todo lo que abarca el ojo excepto, por el momento, el cielo. No será menos en su estación del ferrocarril, inaugurada en 1943, fruto de los últimas aperturas de línea entre Ourense y A Coruña.
En cuanto al edificio de viajeros, incorpora un lenguaje formal propio de un pazo gallego, con un torreón solitario en un extremo y un gran pórtico central que cubre el acceso, con funciones también de balcón. De ese pórtico de carruajes, destacar la generosa éntasis de sus columnas (mayor diámetro en su parte central). Sin embargo la marquesina de estructura articulada y de gran altura, entra en contradicción con el lluvioso clima compostelano, para lo que fue necesario cerrar la boca sur, para proteger a los viajeros. En el exterior a destacar la escalera que conecta con la Rúa do Hórreo o la locomotora que preside la entrada al recinto.
Por último, se trata de un complejo en transformación, asociado a los progresos de la Alta Velocidad, tanto por el Eje Atlántico, pero sobre todo por ser el punto final del acceso a Galicia desde el centro de la península.